Don Florentino Viale es el artesano sunchalense que dio vida a una de las creaciones más emblemáticas de nuestra ciudad: la calesita de Plaza Libertad. Su vida dedicada al taller mecánico hoy cosecha recuerdos de carrozas, réplicas en miniatura, perfeccionamiento y superación constante.  

Por: Cristian Malano.

“¿Cómo lo presento, Florentino? ¿Artesano, mecánico, coleccionista, o las tres juntas?”, pregunté torpemente. El hombre permanecía de pie con la mano izquierda abrazada a la cintura y la derecha apoyada a un torno repleto de viruta metálica. “Artesano, nomás”, me respondió y se incorporó sorprendido por mi arremetida.

Un par de parlantes ubicados a cierta altura escupían a un locutor displicente que informaba la temperatura, diecinueve grados con dos décimas, y que luego daba paso a la cortina musical. Una zamba carpera ponía cierto brillo extraño a nuestras primeras percepciones del taller de Florentino Viale. Allí casi todos los objetos estaban ocultos, dormidos, oscuros, cubiertos por viejos trapos que los protegían del polvillo y la humedad del ambiente. Lo que se fue destapando, realmente, fue  digno de asombro. En la lente de Guillermo quedó registro de ello.

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Fotografía: Guillermo Reutemann.
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Una extraordinaria colección de botellas. Fotografía: Guillermo Reutemann.
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Réplica en miniatura de la máquina cosechadora de Rotania. Fotografía: Guillermo Reutemann.
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Fotografía: Guillermo Reutemann.

Semanas atrás, Iván Giordana publicaba “La curandera” en su columna Crónicas Urbanas de esta página web, un exquisito relato en el que volcaba algunas memorias de una mujer a la que conoció siempre como la Nona Viale. La popular curandera local –de nombre Rosa-, fue mamá de Florentino y vivió 103 años. Iván, entre curioso y atento, nos acompañó para entregarle a nuestro entrevistado un pequeño cuadrito que enmarca sutilmente el escrito.  Una ocurrencia simple pero de altísimo valor para todo el equipo de trabajo.

Florentino te agradeció por el texto, Hijos del Pueblo por el gesto.


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Réplica a medio destapar del FIAT 1899. Fotografía: Guillermo Reutemann.

Así que ahí estábamos, curioseando (fiel a nuestro estilo), destapando historias de tiempos pasados y consultando sobre cosas que ya no se consultan. Colecciones de bujías, sifones, botellas, chapas patentes y restos de carrozas decoraban un taller tan excéntrico como único. Me pregunté entonces cuántos recuerdos podía almacenar la mente humana, si cada uno de ellos toma lugar en una misma y repetida locación. Toda una vida dedicada al servicio de la artesanía mecánica, como disfruto decir.

Porque claro, el hombre que teníamos de frente fue el responsable de que muchos de nuestros domingos tengan una excusa para ir a la Plaza Libertad.

Ahora silencio, vamos a escucharlo.

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Fotografía: Guillermo Reutemann.

– Quiero que me nombre algunos trabajos que hizo…

– Siempre fui muy fanático de la mecánica,  aprendí mucho en la vieja Escuela de Artes y Oficios de acá, y otras cosas que fui perfeccionando en mi taller. Entre las obras que hice (y entre varias restauraciones de autos antiguos) destaco una réplica en miniatura de la máquina de Rotania (la primera cosechadora motriz del mundo), también una réplica en tamaño natural del FIAT modelo 1899 y réplica en miniatura de la coupé Chevrolet que usaba Juan Manuel Fangio, a quien tuve el inmenso privilegio de exhibírsela en su momento. Y las carrozas que hice, claro.

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Florentino exhibe su obra a Juan Manuel Fangio.

– Cuénteme un poco sobre eso

– Viene todo de lo mismo, de lo que me gustaba estar en el taller. Carrozas para carnavales… Hice un montón. Las fabricábamos por pasión y porque en ese momento también se valoraban y se entregaban premios. Antes las autoridades premiaban las mejores creaciones y las nuestras competían en toda la región. Y bueno, si te esmerabas en hacer bien el trabajo, la plata que invertías la terminabas recuperando, porque te invitaban a los concursos de carrozas de los pueblos y ciudades vecinas. “El croto rico” –se echó hacia atrás en la silla-, la más famosa. Esa carroza estaba montada arriba de mi Citroen 3CV, hace muchos años ya.

– ¿Y acá en Sunchales con quién competía?

– No era competencia como tal, nos gustaba lo mismo. Un señor de apellido González era uno. Cada pueblo tenía su gente especializada en fabricar carrozas.

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Fotografía: Guillermo Reutemann.

– ¿Cómo fue el proceso de construcción de la calesita? ¿Fue un pedido?

– No, no fue un pedido, fue más bien un deseo compartido con Jorge Bovaglio. En realidad nosotros teníamos muchas ganas de construir un trencito para pasear a los chicos por la ciudad, allá por el año 1985 aproximadamente, pero cuando averiguamos con la aseguradora, nos frenó porque para tramitar el seguro el tren debía ser cerrado, no con rejas como el que nosotros queríamos hacer. Así que descartamos la idea. Entonces se nos ocurrió la otra alternativa: la calesita. Nos pusimos a hacerla y cuando la terminamos la instalamos medio “de prepo” en la plaza pero en la intersección con Avenida Irigoyen. Estuvo un tiempo ahí y después la tuvimos que mudar a donde está ahora.

» Mirá la foto, testigo de que fue hecha acá en mi patio.

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Fotografía: Guillermo Reutemann.

– ¿Todo el trabajo hecho entre usted y Bovaglio?

– Todo. En realidad fue el tiempo que yo trabajaba bastante elaborando maquinarias acá para empresas de la ciudad y de la región. Jorge salía de trabajar y me venía a ayudar. Nos sacamos muchos años de diferencia, soy casi treinta años mayor que él, pero siempre nos llevamos muy bien y hoy somos grandes amigos. El trato era ese: yo la hacía y me desligaba de atenderla.

– ¿Y hoy en día funciona con la maquinaria que usted armó?

– Sí, completamente. Una cosa es cierta, la hicimos para que dure. Era ese el objetivo, nada improvisado. Tiene un motor que funciona a electricidad. Justamente lo que había que acordar con la Municipalidad era eso, el tema de la corriente. Y el trato fue que nosotros le entregábamos los tickets de las entradas y ellos los repartían en todos los barrios de Sunchales para darles vueltas gratis a los chicos.

Hace algunos años la desmontaron y yo pensé que se había terminado, pero resultó que la habían mandado a pintar.

– No sé si a usted le pasa, pero particularmente me cuesta creer que hoy, en 2016, la calesita se siga usando.

– Yo creo que es algo que no pasa de moda. La sorpresa cuando sos chico es siempre la misma. A ellos les llama la atención y quieren ver de qué se trata eso que gira. ¿Me permitís? Tengo una anécdota para contarte.

– Adelante.

– Como sabrás la calesita está cerrada y adentro está todo el mecanismo, que se comunica con una puertita de una de las placas. Nosotros la habíamos probado mucho con los chicos del barrio, pero claro, juntábamos 5 o 6 pibes nomás. El día que la inauguramos en la plaza se llenó de gente. Todos los chicos arriba. Por el peso, el mecanismo tenía que hacer mucha fuerza y había una cajita que zafaba, hacía mucho ruido y la detenía. Ese día me lo pasé entero sentado adentro de la calesita. Cada vez que arrancaba la vuelta tenía que enganchar lo que se zafaba. Y no te olvides que la música infantil que sonaba fuerte venía de ahí adentro también. Imaginate. Me sabía la melodía de memoria…

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Fotografía: Guillermo Reutemann.

La ciudad de Sunchales hoy gruñe bajo ruidos de caños de escape y el ritmo de vida vertiginoso que propone la tecnología y el siglo veintiuno. La calesita siempre giró a velocidad constante. Los compromisos cotidianos nos la hicieron desaparecer de nuestras retinas; estamos acostumbrados a que forme parte de nuestro paisaje urbano. La calesita se mantiene allí, inmóvil al paso del tiempo. Los que fuimos jóvenes nos estamos volviendo muy adultos y recordamos a nuestros padres que sonreían cuando la vuelta llegaba a su posición y nos saludaban tontamente. Quienes asumieron el rol de papás hoy ya ostentan la chapa de abuelos y montan arriba del caballito al nieto que apenas si entiende algo de lo que pasa a su alrededor.

Y esa sensación es atemporal y nos emociona y nos llena de nostalgia.

Allá, lejos, cuando el mayor problema que me aquejaba era el raspón de mi rodilla, la calesita resultaba un paraíso estático de objetos que mágicamente cobraban vida. A mí me gustaba pilotear el autito rojo. En él creía que era la persona más rápida del mundo.

UNA TRAS OTRA

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4 Comentarios

  1. Excelente chicos mi vecino ja cuantos años y en cuanto a la calecita los chicos que heramos en aquel entonces de 3 a 10 años el dia de que el la prueba y fue en el patio nos llamo nos invito a que seamos los primeros en extrenarla les aseguro que chicos que estan y chicos que ya no viven en sunchales esta historia trae muchisimos recuerdos FLORENTINO VIALE UN GENIO me hubiese gustado que armase el famoso tren fantasma y que sea fijo como ls calesita pero cambiante solo por dentro año tras año Emocionante recuerdo

  2. Muy buen homenaje, es toda una realidad, se nos fue un gran ídolo, un gran genio, un gran amigo, una persona con una humildad , que hoy hay muy pocos, sinceramente como lo dije en
    el cementerio, no hay calificativo para valorarlo, Querido Florentino, descansa en paz, seguramente vas a estar permanente en el recuerdo de mucha gente de Sunchales y de todos los que te conocían como un gran artista, CHAU AMIGO.

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