Hacer un programa de radio es una burbuja de aprendizaje, por muchos motivos comunes a todo proyecto nuevo y, en particular, por ser un espacio que nos permitió experimentar diversas situaciones y emociones.
La entrevista al invitado del día es un gran disparador de reflexiones. En ese momento se vive una sensación de liviandad única; disfrutamos de una apertura y disposición total a recibir lo que nuestro “invitado técnico” tiene para entregarnos.
Con el afán de querer trasladar un poquito de la buena energía de las horas de radio a otros ámbitos de la vida, aparece la intriga de qué tienen esas conversaciones que las hace tan livianas y agradables. Una respuesta, quizás no la única, tiene que ver con el desapego de quienes entrevistamos con nuestra razón o, mejor dicho, con las ganas de querer tener razón.
Sucede que en estas conversaciones tenemos actitudes raras: nos dedicamos a preguntar, descubrir y escuchar, nos dejamos llevar por lo que el otro nos dice con sus palabras, emociones y estamos abiertas a percibir la energía del ambiente que fluye y se modifica en cada encuentro.
En la diaria no es común que nos encontremos en ese lugar, más bien estamos acostumbradas a ser muy buenas consejeras a pedido nuestro (porque no es ley que la gente nos cuenta cosas para que le digamos qué tiene que hacer), también somos bastante dueñas de la verdad, tenemos la conclusión perfecta para cada relato o, en varios casos, nos estamos contando nuestra propia historia mientras fingimos que escuchamos.
Ante este escenario, estar todo el día tras el propósito de tener razón o dar en la palabra justa es una carga pesada, porque vio usted que si el otro tiene razón o no damos en la tecla quedamos muy al descubierto y hasta corremos riesgo de que nos cambien algunas ideas.
Entonces, sabiendo que la liviandad de las conversaciones depende de nuestra disposición hacia el invitado (léase, el otro con el que estamos conversando), surge una nueva pregunta: ¿será que nos resulta difícil no querer tener razón? o ¿nos da miedito que la liviandad venga acompañada de la posibilidad de que la palabra del otro nos transforme?
Vaya Usted a saber…