Por Fernando Calamari

Su nombre completo fue Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano. Hijo de Doménico Belgrano e Peri, un próspero comerciante italiano, y de la santiagueña María Josefa González Casero. Nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770 en la época del Virreinato del Perú. Fue parte de la descendencia numerosa de sus progenitores porque tuvo cuatro hermanas y ocho hermanos. La posición adinerada de la familia le permitió estudiar y graduarse de Licenciado en Filosofía en el Real Colegio de San Carlos de Buenos Aires y continuar en la prestigiosa universidad española de Salamanca. Allí se recibió de Bachiller en Leyes y luego obtuvo el título de abogado. En su estadía en la península ibérica y principalmente en el ambiente universitario, entró en  contacto con las ideas y hombres de la Ilustración y conoció de cerca la Revolución Francesa. La agitación ideológica a favor de las libertades de las personas y de los pueblos lo interesó en la actividad política.

Fragmento del retrato de Manuel Belgrano por el artista Francois Casimir, 1815. Mirada serena y segura. Está vestido elegante y sobriamente. Fuente: Grandes biografías de los 200 años. Manuel Belgrano. Clarín, 2010.

            Tras su regreso, en 1794 fue nombrado Secretario Perpetuo del Consulado de Comercio de Buenos Aires, ya capital del Virreinato del Río de la Plata. De esta manera, su muy buena formación profesional le permitió comenzar la carrera de funcionario de la corona española. Su labor consistía en fomentar la agricultura, las manufacturas y el comercio entre la colonia y la metrópoli, promoviendo el bienestar de la población. Incluso propuso crear una escuela de comercio, de náutica y de dibujo. Estaban relacionadas con la actividad económica, por ejemplo transacciones, navegación mercante y diseño. A su vez, apoyó a la educación técnica y práctica como salida laboral para varones y mujeres. Así, su pensamiento innovador educativo se extendió a la igualdad de género. Pero sus ideas no fueron bien recibidas porque las mismas se oponían a los intereses sectoriales de los comerciantes y funcionarios, quienes estaban más preocupados en aumentar sus ganancias y privilegios que mejorar la sociedad.

            A principios del siglo XIX fue parte de la fundación del diario El Telégrafo Mercantil, Rural, Económico e Historiográfico del Río de la Plata y del Correo de Comercio. Estos medios de comunicación divulgaban ideas culturales, económicas y políticas relacionadas a la región rioplatense. Además, era un foro para fomentar el modelo de comunidad que pretendían algunos intelectuales, incluido Belgrano.

            La relativa calma política en el virreinato, con la consecuente lealtad al orden monárquico, se vio sacudida por las invasiones inglesas en Buenos Aires en 1806 y 1807. La potencia imperial británica buscaba extender su dominio político y económico en el mundo y la lejana capital porteña era un lugar interesante para tal fin ya que además de estar débilmente protegida militarmente por la corona española, formaba parte de un importante circuito comercial para colocar las manufacturas inglesas. En dicha ocupación, Belgrano estuvo en contra de jurar lealtad a los invasores, razón por la cual en 1806 se marchó a la Banda Oriental (Uruguay). Regresó en 1807 para colaborar con la organización de la defensa de la ciudad capital tomada por los “casacas rojas” (sobrenombre del ejército británico por el color de su uniforme). En estos hechos se reflejó el apego a su tierra natal americana, el cual se potenció en 1810 de manera decisiva y fusionada en la vida del territorio y de su persona.

Monumento ecuestre a Belgrano de bronce en la Plaza de Mayo de Buenos Aires. Fue inaugurado en 1873 y el prócer posee la bandera en actitud de juramento. Desde su corcel pronunció las siguientes palabras cargadas de emotividad y patriotismo, a pesar de los obstáculos que tenía la revolución: “¡Soldados de la Patria!! En este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro Excelentísimo Gobierno: en aquel, la batería de la Independencia, nuestras armas aumentarán las suyas, juremos vencer a nuestros enemigos, interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo” ¡Viva la Patria!!” Luego una salva de cañones saludó a la flamante bandera cerca del atardecer de la tarde de verano sobre las barrancas del Río Paraná.

            En efecto, los sucesos conocidos en mayo de ese año en donde se supo la caída de la Junta de Cádiz -último reducto de gobierno libre y leal al rey español depuesto por Napoleón-, provocaron la agitada semana de mayo que culminó con la formación del Primer Gobierno Patrio. En éste, Belgrano fue nombrado vocal debido a su formación y desempeño en la ciudad revolucionaria.

            A los pocos meses fue enviado a Paraguay como Comandante de la expedición militar, con reducidos conocimientos bélicos y con tropa escasa y mal equipada, para obtener la adhesión de la tierra guaraní dominada por los españoles a la revolución y su reconocimiento al nuevo gobierno surgido de ésta. Prefirió el protagonismo activo y favorable al ideal revolucionario antes que sumirse en las disputas internas entre los vocales del gobierno. Esto muestra también la versatilidad de los servicios que Belgrano brindaba a la flamante autoridad y su incondicionalidad para obedecer las órdenes recibidas por sus superiores en beneficio de la causa libertaria que creía justa. Por lo tanto, en agosto de 1810 dejó la comodidad de la ciudad capital para realizar una larga y dura marcha a caballo hacia un lugar caracterizado por el calor, los mosquitos, la humedad y la selva.

            En su campamento militar en tierra paraguaya ideó el Reglamento para el Régimen Político y Administrativo y Reforma de los 30 Pueblos de las Misiones (territorios del litoral que tuvieron misiones jesuíticas en la época colonial). Consistió en dar libertades a los pueblos originarios y criollos para incorporarlos positivamente a la revolución y al nuevo país que surgía a través de ésta, por ejemplo incluirlos en la educación, trabajo, comercio, propiedades y vivienda. De esta manera, la visión de Belgrano era crear una nación que permitiera el desarrollo cultural y material de todos los sectores sociales, principalmente los populares. Igualmente, evidencia su consideración sobre la revolución ya que la entendía no solo como un suceso político y militar sino también social, el cual realizado con justicia e igualdad, sería un cimiento sólido para la construcción del nuevo estado y nación. Su figura de estadista plasmada en esta legislación hizo que dicho reglamento se convirtiera en el primer texto local que utilizó la Constitución Nacional de 1853 para promover los derechos civiles y políticos de la población.

Bandera nacional en el mástil de la Plaza Libertad de Sunchales. En 1818 durante el gobierno de Pueyrredón, el Congreso nacional hizo agregar el sol con rostro humano sereno a la bandera, como símbolo de la revolución de mayo. Por tal motivo se lo denomina sol de mayo (incluso se alude al sol incaico en homenaje al dios Inti de los incas). Es de color amarillo oro y tiene treinta y dos rayos alternados porque dieciséis se ubican onduladamente en sentido horario y los otros están rectos.

            Si bien triunfó militarmente en Campichuelo, fue derrotado en Paraguarí y Tacuarí en 1811. Allí murió el famoso niño tambor de Tacuarí, soldado correntino que tocaba dicho instrumento para dar valor a sus compañeros en la batalla. Desde tiempos antiguos se utilizaban infantes para combatir, dando origen a la denominación “Infantería” para el cuerpo militar del ejército.

            Tras la campaña en Paraguay, Belgrano fue enviado a la Banda Oriental como General para apoyar el movimiento sedicioso contra los españoles y posteriormente, con el grado de Coronel del Regimiento de Patricios, se lo destinó a Buenos Aires. En ambos casos, a pesar del ascenso jerárquico que reconocía su desempeño, padeció la oposición de sectores políticos y militares que estaban en contra de su mando ya que se dirimían conflictos de facciones. En el primer caso, como consecuencia de la rivalidad entre saavedristas (eran seguidores de Cornelio Saavedra, quien fue presidente de la Primera Junta de Gobierno. Se caracterizaban por darle una dirección conservadora y cautelosa a la revolución para no tener la oposición abierta de España ni de Gran Bretaña, aliada a la península ibérica en su guerra contra Francia) y morenistas (fueron adherentes del secretario Mariano Moreno de dicha Junta. Eran democráticos, liberales y querían acelerar la evolución de la revolución, como sancionar una constitución nacional y declarar la independencia. En este bando se ubicaba Belgrano) por el control del poder y en el segundo caso por la lealtad de los milicianos con su antiguo jefe Cornelio Saavedra, quien fue desplazado por el gobierno a causa de las fricciones entre los sectores referidos.

            A pesar que el primer bando se impuso al segundo, continuó siendo necesario para los que ejercían el poder. Esto infiere la valoración que tenían sus adversarios hacia Belgrano mientras que su permanencia en la revolución, no obstante que la misma estaba conducida por aquellos, demuestra que para él estaba primero la continuidad del proceso político emergente antes que las disputas internas. Fue así que en 1812 se le dio la misión de proteger las costas del río Paraná en Rosario ante posibles ataques españoles. En este lugar hizo construir dos baterías de cañones para tal fin, las que denominó “Independencia” y “Libertad”. Los nombres no solo exponen su pensamiento político y manifiestan su visión estratégica de estadista, sino que los antecede a su obra sorpresiva, además de decisiva, en el rumbo y cristalización de la revolución. En este sentido, creó -encargándole su confección a la rosarina  María Catalina Echeverría-, la bandera nacional el 27 de febrero de 1812 con los colores de la escarapela blanca y celeste para distinguir a los soldados propios de los enemigos. La hizo jurar a su tropa para la gloria de la nueva nación y de Sudamérica, conjugando su sentimiento de amor a la Patria Grande. Como consecuencia, surgió un símbolo de unidad y valor no solo para los reclutas en el combate sino también para el extenso y diverso país que se estaba gestando.

            Debido a que no aclaró cuantas franjas de color celeste y blanco utilizó y el destino de la insignia porque no se sabe si la llevó a Jujuy o la dejó en Rosario, existen dos fuertes hipótesis de cómo fue el diseño: una franja horizontal de cada color (blanca y celeste) o dos franjas horizontales celeste y una blanca en el medio. (La divisa más antigua de Belgrano se conserva en el Museo Histórico Nacional en Buenos Aires y es del mismo año de la primera creación. Se encontró en Bolivia cuando estaba en la campaña del Ato Perú -antiguo nombre de dicho país-. La escondió en una capilla para que no cayera en manos españolas antes de la derrota de Ayohuma y tiene tres franjas horizontales, la primera y la tercera celeste y la segunda blanca).

            El Triunvirato no aceptó la creación de Belgrano porque tenía cautela en el rumbo revolucionario y no pretendía evidenciar abiertamente la ruptura con España. Por esto, la enseña iba en contra de las intenciones del gobierno ya que representaba una directa alusión a un país independiente (la Asamblea de 1813 la reconoció en el marco de su legislación reflejada en avanzar hacia la independencia).

Oficio de Belgrano que comunica al gobierno la creación de la bandera: “En este momento que son las 6 y 40 de la tarde, se ha hecho la salva en la batería Independencia y queda con la dotación competente, por los tres cañones y se han colocado las municiones y la guarnición. He dispuesto para entusiasmar las tropas y estos habitantes que se formasen todas aquellas, y les hablé en los términos que acompaño. Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste. Conforme a los colores de la escarapela nacional. Espero que sea de la aprobación de Vuestra Excelencia. Dios guíe a Vuestra Excelencia. Rosario 27 de febrero de 1812.” Fuente: Manuel Belgrano. Fondos Documentales del Archivo General de la Nación, 2012.

            En 1812 estuvo al frente de la Segunda Campaña al Alto Perú comandando el Ejército del Norte casi en ruinas por la  derrota de Huaqui en la Primera Expedición en 1811. En su paso por Jujuy hizo bendecir la bandera, con lo cual continuó con su decisión de afianzar como símbolo el emblema por él creado. Dicho acto religioso no solo reflejó su creencia en ese culto sino que expone el vínculo de la institución religiosa con la política debido a que esta entidad era un nexo con los sectores mayoritarios de la población ya que fue la devoción más practicada. Por lo tanto, la participación favorable de la Iglesia católica le daba legitimidad popular a la bandera.

            Desde el punto de vista militar, tenía órdenes de replegarse hasta Córdoba por el poder militar español que estaba al acecho, pero desobedeció las instrucciones y protegió a las provincias del norte. Para evitar que la población quedara en manos de represalias enemigas debido a sus incursiones, organizó el Éxodo Jujeño. En esta retirada condujo a los habitantes con sus principales pertenencias, principalmente de la ciudad de San Salvador de Jujuy, hasta San Miguel de Tucumán. Tras su pasó implementó la táctica de tierra arrasada, como destruir cultivos y tapar pozos de agua, para que los enemigos no obtuvieran ningún provecho en su evacuación.

            Luego se enfrentó a los realistas y los venció en Tucumán. Tras el triunfo, su devoción religiosa se manifestó en la celebración de una misa en acción de gracias y en la entrega de su bastón de mando a la Virgen de las Mercedes, a quien nombró Generala del Ejército. Como premio recibió del gobierno nacional 40.000 pesos fuertes y los donó para la construcción de cuatro escuelas en Tarija (Bolivia), Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. En su gesto se desprende su desinterés en obtener beneficios económicos personales y su prioridad en el bien de la niñez, considerando a la educación como un bien social (el dinero prometido no fue otorgado y los establecimientos no se hicieron. En 2004 el gobernador de Jujuy y el presidente de la nación inauguraron la única escuela denominada “Legado Belgraniano”).

            En 1813 nuevamente triunfó ante los españoles en Salta. Posteriormente avanzó en tierra altoperuana hacia Potosí y fue derrotado en Vilcapugio y Ayohuma. Las limitaciones materiales -a las cuales en gran parte suplió con su propio dinero heredado de su padre, por ejemplo comprar alimentos a sus soldados-, impidieron que se concretara su idea de mantener esa región como parte del país y extender la libertad. Ésta no era únicamente referida al Alto Perú como territorio sino también a la abolición de la esclavitud dentro de su sociedad. La posición contraria a dicha forma de dominación y explotación se manifestó contundentemente en el Regimiento de Libertos que Belgrano creó. Estaba integrado por antiguos esclavos negros e indios que obtuvieron la libertad por pelear a favor de la causa revolucionaria. Por lo tanto, la dimensión política de libertad de la revolución, avalada por Belgrano, modificaba la estructura social en la que las clases altas se beneficiaban de los oprimidos esclavizados, razón por la cual dicho aspecto provocó la oposición del aludido estrato social.

            Como consecuencia de los traspiés armados, en 1814 fue reemplazado al mando del Ejército del Norte por San Martín. Ambos guerreros se encontraron en cercanías de la Posta de Yatasto. Allí coincidieron en la prioridad del ideal independentista sobre las divisiones internas provocadas por el centralismo de Buenos Aires que pretendía dirigir a la revolución e imponer su autoridad a las provincias, con lo cual creaba tensiones entre los compatriotas de las distintas regiones y debilitaba el accionar revolucionario.

Monumento Nacional a la Bandera en Rosario. Fue creado en 1957. Está ubicado frente al río Paraná y tiene forma de barco, el cual representa el avance hacia un futuro promisorio para la nación. Entre sus características se destaca la torre de 70 metros de altura, esculturas, antorcha encendida y algunas frases de Belgrano. En su parte subterránea se localiza un museo, donde se destacan banderas de países del mundo. Foto: /noticias-web.com.ar/alquiler-casas-departamentos-en-rosario/.

            Al año siguiente, era enviado junto a Rivadavia en una misión diplomática en Inglaterra y España para lograr el reconocimiento político o civil de nuestro país. La misión fracasó debido a que los imperios no querían perder territorios de dominación directa o indirecta ni debilitar su poder político y económico. A su retorno. en 1816 concurrió a la ciudad de Tucumán para informar a los congresales que declararían la independencia que el panorama político internacional era muy complicado por la recuperación del trono del rey español tras la derrota de Napoleón y el peligro inminente del envió de fuerzas militares desde España para sofocar los movimientos revolucionarios de sus antiguas colonias americanas, incluido nuestro país, denominado Provincias Unidas del Río de Plata.

            A su vez, propuso que dicho poder legislativo pronunciara una monarquía constitucional incaica como forma de gobierno, la cual fue descartada. Su postura hacía hincapié en la restitución del poder a los indígenas ya que constituían los pueblos ancestrales -por lo tanto eventualmente se podía lograr el apoyo de las poblaciones mayoritarias del norte- y la unidad entre indígenas y criollos (así se denominaban a los blancos descendientes de españoles nacidos en América). Pero un rey aborigen no era considerado apropiado por parte de los congresales y del gobierno ya que defendían el elitismo y dirigismo criollo.

            En Tucumán resaltó el valor y aporte de Juana Azurduy como guerrera heroica de la independencia, notificando su actuación al gobierno nacional, Esto muestra el aprecio y reconocimiento que Belgrano tenía para la altoperuana en particular y las mujeres en general ya que vio la entrega y el compromiso que tuvieron para liberar al país, como pelear, dar sus hijos a los ejércitos y suministrar víveres y vestimenta.

            Tras su asesoramiento a los diputados, nuevamente se le encargó asumir el mando del Ejército del Norte (San Martín estaba en Cuyo al frente del Ejército de los Andes, próximo a cruzar la cordillera para emprender la campaña libertadora de Chile y Perú). Pero tuvo una contraorden de atacar al caudillo santafesino Estanislao López, nuevo aliado del prócer oriental Gervasio Artigas, quien había formado al Liga de los Pueblos Libres, a la cual se sumó López. Este bloque estaba en contra del centralismo de Buenos Aires.

            Prefirió negociar antes que combatir a compatriotas y en Cruz Alta (Tucumán) se enfermó de hidropesía (retención de líquidos en los tejidos). Este padecimiento, sumado al reuma, paludismo y sífilis que tenía, deterioró a tal punto su salud que pidió relevo. Fue trasladado en carruaje a Buenos Aires debido a su postración ya que tenía las piernas hinchadas y estaba sumido en la debilidad física. En ocasiones perdía el sentido de las cosas, evidenciando la gravedad de sus padecimientos. Sin dinero para pagarle a su médico amigo y de confianza, le dio un reloj de bolsillo de oro para compensar los honorarios. Murió el 20 de junio de 1820 a los 50 años de edad. Solo un diario de la época cronicó su deceso en apenas unas palabras para la persona que fue enterrado bajo una lápida de mármol de un mueble porque su familia no tenía dinero para solventar la necesaria para el sepelio. En la actualidad yace en el mausoleo construido en su memoria en la Iglesia de Santo Domingo de Buenos Ares.

            A la par de su involucramiento en el proceso revolucionario, Belgrano tuvo su faceta humana, con alegrías, tristezas, sacrificios, sufrimientos y definiciones en situaciones favorables y adversas, siempre con una clara y contundente idea de libertad e independencia. Esto lo despoja del mármol solemne y valoriza su dimensión como persona.       Entre asuntos políticos, campañas militares, batallas y viajes de miles de kilómetros dentro y fuera del país -donde recorrió selvas, montes, desiertos, cerros, montañas y océano-, dedicó parte del poco tiempo que tenía a sus amistades y familia. En este último aspecto, a pesar que fue soltero, tuvo un hijo y una hija con diferentes mujeres con las que se relacionó sentimentalmente en Tucumán en 1812 y 1816. El destino hizo que en la ciudad donde se declaró la independencia, máximo objetivo de Belgrano, conociera a sus parejas, tal vez en los pocos momentos de vida social que tuvo ya que casi siempre estuvo en campañas militares o en misiones diplomáticas. Esto expone la absorción y demanda que la causa revolucionaria ejerció en su vida privada, afectando a la familia que formó.

Busto a Belgrano en el inicio de la avenida homónima en Sunchales. En la placa se expresa “Al creador de la Bandera Nacional General Manuel Belgrano”. Fue donado por el Centro de Maestros Jubilados el 20 de junio de 1993. También lo conmemora con su nombre el Club de Bochas Belgrano y las aulas de las escuelas.

Con Josefa Ezcurra (hermana de la esposa de Juan Manuel de Rosas) de Buenos Ares fue padre de Pedro. El niño fue adoptado por dicho matrimonio debido a que la madre separada de su marido español -antes que estuviera Belgrano- lo entregó porque era mal visto socialmente que una mujer tuviera sola un hijo.

            Con María Dolores Helguera de Tucumán tuvieron a Manuela Mónica (la tucumana luego se casó con otro hombre). Antes de morir, Belgrano le pidió a su hermano Domingo, sacerdote de la Catedral de Buenos Aires, que cuidara a la niña. Pedro y Manuela Mónica formaron sus respectivas familias y se conocieron en Buenos Aires, lo primero permitió que en la actualidad vivan descendientes de Belgrano de quinta generación, llamada “chozno”.

            En relación al aspecto protocolar y ceremonial, la bandera, junto con la escarapela, el himno y el escudo, es un símbolo nacional. Se iza a la mañana y se arría a la noche. No puede doblarse (se deja el sol visible cuando se la contrae) ni lavarse (para evitar simbólicamente diluir la gloria que representa y la sangre de los que combatieron por esta). En los actos patrios se la recibe y despide con aplauso. Se ubica a la derecha del escritorio, palco, tarima u oradores debido a su honor. Por su parte, la marcha “A mi bandera” se creó en 1906 por el italiano radicado en nuestro país Juan Imbroisi, quien compuso la melodía y tomó el poema homónimo de Juan Chassaing escrito por la Batalla Cepeda en 1859.

            La albiceleste flamea en todos los rincones del país, desde Ushuaia hasta La Quiaca, evidenciando la diversidad geográfica, cultural y social del país. Incluso en la Antártida y alguna vez -y ojalá nuevamente pronto- en las Malvinas y archipiélagos del Atlántico Sur. Cada año, los alumnos de cuarto grado de las escuelas juran la bandera en conmemoración y tradición por lo que hizo Belgrano con sus soldados. Así se refleja bajo el signo de la emoción y calidez patriótica, el compromiso y los valores que los educandos y educandas contraen con el símbolo. A su vez, el Monumento Nacional a la Bandera en Rosario es el lugar donde se lleva a cabo el acto oficial nacional de la efeméride del 20 de junio. Allí asiste la máxima magistratura política argentina. Precisamente en el lugar que la vio nacer, en 2012 desfiló frente dicho monumento la bandera más larga del mundo, superando los 20 km de longitud. Formó parte del proyecto homónimo ideado por un rosarino y se inició en 1998. Participaron personas de todo el país y donaron recortes de tela de los colores de la bandera. Así se buscó integrar a todas las regiones en la concreción del objetivo.

En este sentido, su prolífera labor como abogado, economista, periodista, intelectual, educador, político, militar y diplomático no solo lo convirtió en un protagonista fundamental de su época sino que marca en la actualidad el rumbo colectivo e individual para concretar su ideal de estado y sociedad.

            En el presente, mediante “pequeñas grandes” acciones cotidianas llevadas a cabo por las ciudadanas y ciudadanos, como el trabajo honrado, el respeto a la democracia, los derechos humanos, la igualdad de género, la diversidad sexual, el ambiente y los símbolos nacionales, entre otros y a la vez practicar valores, por ejemplo la solidaridad, empatía e inclusión; contribuyen a que el legado de Belgrano se mantenga vivo en la memoria, identidad e idiosincrasia de los argentinos y argentinas, cualquiera sea su género, condición social, religión, ideología, raza y origen, en beneficio de nuestra nación con las puertas abiertas al mundo.

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