Por: Eugenia Gamero | Dios las Cría
“Si miráramos primero a la persona y no su discapacidad
hablaríamos de convivencia, no de inclusión.”
Romi Volpato – Persona – Oradora de TEDx Sunchales
Hace tiempo que tomé partido en esta disputa de las palabras inclusión y convivencia en el ámbito social y de la discapacidad. Siempre me hizo ruido hablar de inclusión. ¿Quién soy yo para incluir? ¿Incluir a quién, dónde? Se supone que si hay que incluirlo es porque está excluido, ¿se excluyó solo o lo excluí yo?
Quería escribir sobre esto y no lo hacía porque pretendía vivirlo más antes de hablar y, no es que ahora lo haya vivido, sino que tengo la posibilidad de hacerlo a partir de escuchar a Romi e iniciar este artículo parafraseándola, porque lo expresó con una simpleza y naturalidad tan elocuente como la autoridad que tiene para decirlo; y para que muchos le creamos.
Ahora, que ya estoy redactando, pienso que tal vez lo que me falta es mostrar que soy capaz de accionar en forma coherente con lo que digo. Y lo que me propongo a partir de esta reflexión es dar un primer paso en el compromiso como persona que convive con otros, de crear un espacio de convivencia en el que se mira a la persona, se acepta la diversidad y ya no se necesita hablar de inclusión.
Quiero destacar que este texto no es una crítica a quien habla de inclusión, al contrario, es un reconocimiento de errores propios y una declaración de compromiso con el aprendizaje. Y si se quiere también es una propuesta a que admitamos que ya es momento de animarnos a ir por más, porque el lenguaje no es inocente y porque los cambios que producimos en él también demuestran el desarrollo y crecimiento que vamos logrando como personas.
Entonces, quizá es momento de dejar de hablar de inclusión y ver a otros como excluidos. Podemos intentar hablar de convivencia y ver a otros que están ahí a la par nuestra y con quienes necesitamos vivir. Y quién sabe hacia qué lugar nos puede llevar si aprendemos a mirar primero a la persona en todos los ámbitos, no solo en materia de discapacidad.
¿Sobre qué hablaríamos si en las organizaciones miráramos primero a la persona y no su productividad? ¿Sobre qué hablaríamos si en las escuelas miráramos primero a la persona y no sus notas? Y me vuelvo a preguntar, ¿sobre qué hablaríamos si en la política, en el deporte, en la vida, miráramos antes a la persona y no su bandera, su camiseta o su color?
Es lo que me propongo hacer con la publicación de esta reflexión.